Desde hace unas semanas mis jornadas se han convertido en la siguiente rutina:
Me levanto a las 13:00 horas, compro la prensa, hago la comida, salgo a tomar café, consulto el correo, regreso a casa, hago la cena, leo un poco, veo South Park y si la película de LA 2 me convence, me acuesto un poco más tarde. Lo he conseguido, la aguja que señala el nivel de autoestima está en rojo y la luz parpadea.
Soy el desempleado del mes. Si alguien lo duda puede ver mi foto de "El menos buscado" en cualquier oficina del INEM.
En casa de mi tío Alfonso se relata a menudo la anécdota de una insoportable niña que apareció una navidad con una pandereta mortificando a los presentes. En cuanto la criatura se despistó, alguien con sentido común cogió la pandereta y la tiró a la chimenea. Cuando la niña se dio cuenta que había desaparecido se puso tan insoportable que los padres no tuvieron más remedio que marcharse de la casa, con lo que desapareció la amenaza del estridente instrumento.
Ojalá fueran así de sencillo acabar con el panderitismo.
En estos días de Abril, la televisión se tiñe de sainete de los hermanos Álvarez Quintero. En los programas de entretenimiento ellas se visten de faralaes y ellos se embuten en traje corto y sombrero cordobés y todos imitan un acento andaluz, que más que resultarnos agradable nos parece degradante. La importancia que se le da esta fiesta es tal que en los informativos se le dedican extensísimos reportajes de gente bailando, bebiendo manzanilla y comiendo langostinos, algo tan inusual que se realizan conexiones en directo desde el Real de la Feria para que podamos constatar el júbilo. Si esta imagen de la España de Fraga, que llevamos lastrando ya desde las películas de Imperio Argentina, se repitiera tan sólo por estas fechas, no sería más que un mal menor. El problema es que este retrato que se dibuja desde nuestros organismos públicos actúa como el mayor y más efectivo generador de prejuicios que el resto de españoles tiene de los andaluces (aunque los desvaríos faraónicos de Manuel Ruiz de Lopera también hacen lo suyo). Por eso la mayoría de personajes andaluces que tienen trascendencia pública alimentan el descojone nacional: bufones profesionales (Morancos), analfabetos tabernarios (Risitas), presidentes disléxicos con serias taras físicas (M Chaves), concursantes de telerrealidad (lo de la pareja gay de la casa de tu vida viene a demostrar que hay una creencia generalizada de que para ser gaditano y rico hay que pasar unos meses de reclusión en Guadalix), así podría seguir enumerando con socarronería durante varias horas.
Pero terminar con esta imagen de los andaluces no corresponde sólo a las instituciones (con la cantidad de aspirantes a cortijeros que las inundan sería algo imposible) sino a todos los que la sufrimos. Por eso me gustaría pedir a todo aquel que padezca en sus carnes estos prejuicios declare la guerra al estereotipo para que algún día podamos quemar la joía pandereta y reinventar esta bendita tierra.
He comenzado a escribir la TV Movie. La trama es un culebrón como otro cualquiera que no me voy a poner a relatar ahora. La decisión la tomé después de llevarme varias semanas bloqueado con la historia de Parque España. Tenía tanto miedo a caer en lo evidente que los personajes no terminaban de arrancar en mi cabeza. Por eso me dije que lo importante era tener algo escrito antes de finales de mayo, que es cuando empezaría el programa de Zeppelin en caso de que Canal Sur lo apruebe.
El caso es que la pregunta de si tendré talento suficiente para saltarme el cliché me empezaba a agobiar tanto que en vez de saltarmelo he decidido meterme de lleno en él. Aun así me está costando arrancar y por eso me voy a encerrar el mes de mayo en algún sitio en el que no conozca a nadie. No respondo de los actos dementes que pueda cometer durante la privación de libertad. Os mantendré informados cuando comience mi Gran Hermano particular.
Hace ya tiempo que dedico mis tardes a pasear en bicicleta. Decir que pasear en bicicleta por Sevilla es maravilloso, es algo así como ponerle a Amelie una banda sonora de los Del Río, algo abominable pero muy contracultural, muy de los tiempos mestizos que corren. El caso es que en estos días estoy disfutando mucho estas tardes. Estamos en el momento perfecto, ése en el que ya ha pasado la ordinariez del azahar desbocado y aún no ha llegado el calor que mata las ideas. Muchas veces me acerco a leer a un árbol que hay bajo el puente de Triana. Ha sido todo un descubrimiento. Nunca me pude imaginar la cantidad de animales que viven en esa zona del río. Allí te puedes llevar horas observando ocas picoteándose las plumas, patos silvestres que nadan seguidos de sus polluelos, palomas que anidan en la estructura que diseñó Eifel, salamanquesas que se esconden en las grietas de los pilares. Por un momento me dio la sensación de que todo aquello era como pasar páginas de un almanaque. Y es que así estoy, pasando el tiempo y viviendo en una postal.
Cualquiera que me conozca se sorprenderá más si digo que esta mañana he desayunado churros con chocolate, que si digo que hoy me he levantado un poco deprimido. Y es que estos momentos míos de depresivo compulsivo acaban siendo más una rutina que otra cosa; algo con lo que aprender a convivir, como el diabético convive con su insulina y el esquizofrénico con su medicación. Es lo único malo que tiene el desempleo, que la incertidumbre te arrastra hasta la melancolía. Normalmente un poquito de ejercicio dos veces por semana me salvaba del reverso tenebroso, pero estoy un poco jodido de las piernas y no puedo hacer deporte. Por eso llevo unos cuantos días teniendo conversasiones con Darth Vader. Me está intentando convencer de que me pase al otro bando y la verdad es que me tiene casi convencido, pero me han dicho que en la Estrella de la Muerte no hay mucha marcha. Además tengo entendido que en ese ayuntamiento todavía gobierna el PP.
Alejandra me ha regalado un libro de un colombiano que tenía muchas ganas de leer, que se titula "Técnicas de masturbación entre Batman y Robin". Carlos me lo había recomendado y había escuchado hablar bastante de él.
Con el realismo sucio me ocurre lo mismo que con las comedias románticas americanas; me parecen previsibles, facilonas, incluso insultantes; pero no puedo dejar de verlas. He de reconocer que hay autores como Pedro Juan Gutiérrez que me fascinan. Pese a lo fácil de su prosa, hay algo en ese exhibicionismo que vuelve encantadores a esos tipos que parecen detectives privados sin casos que resolver que se pasan la vida ociosos y buscando un sitio donde meterla.
El autor de "Técnicas...", Efraim Medina, no me llega a convencer del todo, se refugia en el estilo fraccionario del realismo sucio para no dejar ver su falta de destreza con la estructura y encima va de víctima de las mujeres a la vez que indolente. En fin, un poco gilipollas la criatura... Mucha prensa para un Ray Loriga al que la farlopa se la dejan más barata.
La ira, además de un pecado capital, es ese coraje tan grande que se adhiere a tus entrañas cuando tu compañero de piso no atiende a tus razones. Ayer tuve una bronca gradísima con Rubén, de dejarme de hablar con él durante unas horas del berrinche que me cogí. No voy a entrar en las razones de uno y de otro porque sería estúpido intentar reclutar gente para mi causa con el beneficio que da la parcialidad.
A lo que voy es a que la convivencia se va haciendo cada vez más difícil con la vejez, cuando debería ser al revés, la experiencia te debería volver más transigente. A mis 32 años nunca he vivido en pareja, pero me imagino que cuando te encabronas, por lo menos te desquitas luego de la carga negativa con los casquetes de la reconciliación. Supongo que muchas de las parejas echarán unos polvos estupendos a cuenta de las broncas derivadas del fregado hasta el punto de que el fairy se convierta en el catalizador de su vida amoroso-sexual, pero yo de estos encuentros en la cocina lo único que consigo es entender cada día más a los psicópatas y sociópatas que tan de moda están en la sociedad de la infomación.
El caso es que empiezo a querer vivir solo. Nunca me había planteado esto, es más, siempre he considerado a la gente que vive sola como gente un poco huraña y no hace ni seis meses que afirmaba esto con rotundidad, tal y como lo hacía en mis tiempos de facultad. Sin embargo ahora veo que para desarollarme como ser viviente y como profesional de las letras mercenarias, necesito vivir solo. Es horrible lo contradictorio que podemos llegar a ser. Me veo dentro de dos años diciendo aquello de: ¡Qué razón tenía mi madre!
No sé por qué le he puesto ese título al weblog. Cuando pensaba en darle un nombre a estos ejercicios sobre el estado de mi autoestima; la imagen que aparecía una y otra vez al cerrar los ojos era la de esos extintores que hay tras las vitrinas en las salas de exposiciones. Siempre me ha parecido que miran a las obras de arte de una manera ufana; como la mirada de esos policías urbanos en los semáforos que dan paso a los peatones con el poder reflejado en sus retinas, dejando claro que sin ellos no hay orden. Y es que esos extintores en los museos me dan la impresión de que fueran un símbolo de poder, algo que sugiere protección y terror dependiendo del uso que se haga de él.
En fin, demasiadas reflexiones para un simple título, no intentemos darle más trascendencia de la que tiene. La verdad es que el título me pareció sonoro y medianamente publicitario... Botella de champán, por favor
¡¡¡Queda inaugurado!!!